Adoración
en el Salón del Trono Nuestro Señor Jesucristo dijo: "...los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, pues el Padre busca tales adoradores que le adoren" (Juan 4:23). Una de las realidades más asombrosas acerca de Dios es que él está buscando un pueblo que adore a su Hijo Jesucristo. Si usted es cristiano, uno de los objetivos principales de su salvación es que adore gozosamente al Hijo de Dios. Nada en la vida cristiana tiene mayor importancia. Cuan trágico es, sin embargo, que hallamos tan pocos cristianos que entienden y practican la verdadera adoración espiritual. Preguntémonos ahora mismo, ¿hay en nuestro corazón un verdadero espíritu de adoración? Quien fuera en vida A. W. Tozer escribió: "Hoy día hay millones de personas que tienen 'opiniones correctas', tal vez más que en cualquier otro momento de la historia de la iglesia. Sin embargo, me pregunto si jamás ha habido un tiempo cuando la verdadera adoración espiritual haya estado en un punto tan bajo. El arte de la adoración ha sido perdido en enormes sectores de la iglesia, y en su lugar está esa cosa extraña y extranjera llamada `el programa'. Dicho término ha sido tomado del teatro y aplicado con penosa sabiduría a ese tipo de culto público que ahora se presenta entre nosotros como adoración." Adoración bíblica y espiritual es aquella en la que el alma desea ver la gloria y hermosura de Cristo, conocer el gozo y experimentar el placer de la presencia de Dios. La adoración se halla en su cumbre y punto de riqueza y llenura mayor cuando nuestra alma se pierde en la maravilla de la gloria y majestad de Dios. Mucho de lo que pasa por adoración contemporánea no produce tales resultados. Los cultos someros y superficiales que caracterizan esta presente generación no están produciendo ni adoradores verdaderos ni santos eminentes. Para poder entender qué es la adoración bíblica y comprender qué es lo que el Padre requiere de nosotros, será necesario examinar la adoración en su estado más puro. Al ir a las Escrituras encontramos muchos ejemplos de gente que adoraba a Dios. No obstante, el ejemplo más sublime y diáfano queda manifiesto en el cuadro que Juan nos presenta en el libro de Apocalipsis. En los capítulos 4 y 5 el Señor corre el telón para darnos una breve vistazo de lo que yo denomino adoración en el salón del trono. En estos capítulos somos observadores de un servicio de adoración en el salón del trono celestial. Si hemos de adorar bíblicamente, tenemos que asegurarnos de que nuestra adoración terrenal refleje el ejemplo y directriz de la adoración celestial. Es mi deseo que la iglesia descubra nuevamente y regrese a la práctica bíblica de adoración en el salón del trono. Para que se puedan alcanzar dichas metas, deseo explicar tres cosas: I.
Ingredientes de la Adoración en el Salón del
Trono Los Ingredientes de la Adoración en el Salón del Trono Debemos leer los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis. Al considerar reverentemente y en oración el contenido de estos versículos, hay siete ingredientes particulares que observamos en este servicio de adoración celestial. 1. La adoración es 'Dios-céntrica'. Cuando a Juan se le concede este breve vistazo del servicio de adoración celestial, él dice: "Y al instante estuve en espíritu; y he aquí, un trono estaba colocado en el cielo, y uno sentado en el trono" (Apocalipsus. 4:2). Para comenzar, notamos que Dios está en el centro. Nuestra atención y enfoque es atraída de inmediato hacia él. Adoración Dios-céntrica significa sencillamente que la gloria, honor, majestad y voluntad de Dios es lo primero que ocupa nuestros pensamientos y deseos. Tan a menudo, hoy en día, la adoración centra en el hombre en lugar de Dios. La adoración humano-céntrica es orientada hacia las emociones; se consume en satisfacer nuestras necesidades como si ésta fuese la meta de nuestra presencia en la iglesia y adoración a Dios. Sin embargo, es maravilloso cómo el Espíritu de Dios ministra a nuestras necesidades espirituales reales cuando hay verdadera adoración. El problema de esta generación es que no sabe diferenciar entre necesidades espirituales genuinas y aquellas artificiales creadas por la sicología popular de nuestra cultura secular contemporánea. Os Guiness, teólogo y filósofo británico, recientemente escribió sobre este problema en la revista "Table Talk" (Conversando en la Mesa) de los Ministerios Ligonier. Su artículo intitulado "El Culto de la Relevancia y el Manejo de la Necesidad", era un examen del presente fenómeno denominado "El Movimiento del Crecimiento Eclesiástico". Guiness dice que cuando la relevancia surge de las necesidades y deseos del consumidor (los adoradores), rápidamente se sobrecalienta y vaporiza en lo que esté de moda, llegando a ser una fuente de superficialidad. Además, la tendencia en dicho movimiento de hacer de la `necesidad' la razón de ser de la adoración es una muy dañina a la iglesia. Tal estilo de adoración -'satisfaciendo la necesidad'- a menudo ignora la importancia de la verdad, dejando así a la iglesia vulnerable al abandono intelectual. Uno de los comentarios más penetrantes del Sr. Guiness fue éste: "Llenar las necesidades no siempre las satisface; a menudo despierta nuevas y aumenta la presión de la eventual desilusión... Mercadeo, técnicas sin fin y una obsesión con la necesidad del consumidor resultarán en una indiferencia hacia sus necesidades específicas, genuinas y verdaderas." 2. La Adoración es alabanza. A través de los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis vemos tanto ángeles como santos alabando a Dios. Adoran a Dios por su santidad (4:8), su eternidad (4:8) y su soberanía (4:11). Ciertamente, cada aspecto de la naturaleza, carácter y obra de Dios debe evocar nuestra alabanza. Y cuando toma lugar la verdadera adoración, hallaremos gente envuelta en el gozo y la emoción de la adoración a Dios. El Salmista dijo, "Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza" (Salmo 100:4). Cuando nos acercamos a la congregación de la iglesia, debemos venir en el espíritu de alabanza, recordando que Dios habita en la alabanza de su pueblo. "Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel" (Salmo 22:3). 3. La Adoración enfoca en la obra consumada de Jesucristo. Juan dice, "...y en medio de los ancianos, un Cordero en pie, como inmolado..." (5:6). En esta gran visión, Juan ve un cordero embarrado de sangre. Dicho simbolismo es un cuadro de Jesucristo, Redentor de los elegidos de Dios. Jesucristo murió en la cruz como sustituto nuestro. Su sangre fue derramada para que nosotros, por la gracia de Dios, pudiésemos ser justificados y tener paz para con Dios. Cristo vive ahora en el salón del trono como nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo por nosotros. La verdadera adoración siempre enfoca en Jesucristo y su obra perfecta en el Calvario. Aún así, tan a menudo asistimos a presuntos servicios de adoración donde el nombre de Cristo apenas se nombra. La verdadera adoración espiritual -o bíblica- siempre exaltará al Señor Jesucristo y le dará la preeminencia en la adoración. 4. La Adoración es Música. En la visión de la celestial adoración en el salón del trono dada a Juan, vemos a coros de ángeles y santos redimidos cantando alabanzas al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice Juan: "...y cantan un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos compraste para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; y nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra" (5:9-10). Vemos que los santos en el cielo cantaban acerca de Cristo, la redención con sangre y los propósitos soberanos de Dios al traer gente a sí mismo para que sean reyes y sacerdotes. La música es parte integral de la adoración. En Colosenses 3:16 Pablo escribe: "La palabra de Cristo habite ricamente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y canciones espirituales." Es imperativo que nuestros himnos y música sean doctrinalmente correctos y exalten a Cristo. 5. La Adoración es Litúrgica. Hoy día la liturgia es frecuentemente mal entendida. A veces es asociada con repetición muerta y sin sentido. Por el contrario, liturgia bíblica sencillamente significa que hay belleza, orden y planificación en nuestra adoración. En la visión de Juan había un responso antifonal entre los ángeles celestiales y los santos redimidos. Un coro irrumpía en alabanza, siendo respondido por el otro que dirigía su alabanza a Dios. Vemos como ola tras ola de alabanza litúrgica subía hacia el trono y el Cordero que ocupa el lugar céntrico en dicho salón del trono. Mientras el Dr. Warren Wiersbe escribía un libro sobre la adoración, descubrió la belleza, poder y base bíblica para la adoración litúrgica. Esto fue lo que dijo: "Imagínese cuál fue mi sorpresa...cuando descubrí que toda iglesia practicaba una liturgia ---sea buena o mala-- y que yo podía aprender mucho acerca de la adoración a Dios de iglesias que yo había excluido de mi comunión. ¡Que rudo despertar!" El hecho es que la mayoría de nuestras iglesias hacen las mismas cosas vez tras vez cada semana, aun cuando practican lo que ha sido denominado 'adoración libre'. No podemos negar que debe haber libertad en la dirección de un servicio de adoración y una disposición que pueda romper con el orden planificado, de guiar así el Espíritu de Dios. Sin embargo, lo que muchas iglesias carecen desesperadamente es el esfuerzo bien pensado y calculado que cultive participación en la adoración y cree una atmósfera de reverencia y admiración temerosa. La mayoría de los estilos contemporáneos de adoración distan mucho del que es descrito en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis. El fenómeno de una religión consumista basada en programas y entretenimiento y diseñada para venderse a sí misma a personas que realmente no están interesadas en buscar la presencia de Dios, dejará tras sí un desierto religioso. Nuestra cultura será empobrecida a causa de ello. 6. La adoración es veneración a Dios. Así se describe el clímax de esta visión que Juan tuvo de la adoración en el salón del trono: "Y los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos" (Apoc. 5:14). La adoración reverencial, o veneración, es un aspecto de un servicio de adoración a Dios en que el adorador queda tan movido, asombrado e impactado ante la gloria y majestad de Dios que cae postrado ante él. Cuando el profeta Isaías observó la gloria del salón del trono que le fue revelado en el año que murió el rey Uzías, exclamó: "¡Ay de mí!, que estoy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo de labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" (Isa. 6:5). La verdadera adoración nos capacita para ver a Dios, y cuando le vemos y palpamos su presencia espiritual, venimos a ser como Isaías -quedamos como muertos. La palabra hebrea traducida aquí muerto es damah, y significa quedar mudo o atónito. La adoración contemporánea apenas produce tal clase de admiración y adoración. No es necesario caer al piso en nuestros santuarios para estar llenos del espíritu de adoración. Adoradores que en verdad adoran contemplan al Señor con asombro y admiración. Gran parte de nuestra adoración contemporánea está estructurada para producir precisamente lo contrario. La realidad es que procuramos crear un ambiente de risa y diversión... que la gente se sienta alegre y entretenida. Sin embargo, la verdadera adoración, que desarrolla el espíritu y la veneración, nos hará decir cual Jacob: "Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía" (Gen. 28:16). 7. La Adoración es Predicación. La predicación, según la conocemos aquí en la tierra, no ocurre en el salón del trono. La razón es obvia. La predicación en el poder del Espíritu de Dios tiene como propósito la revelación del carácter y la gloria de Jesucristo. En el salón del trono está presente el Cristo resucitado, siendo revelado y manifestado perfectamente por medio del Espíritu a todos los santos glorificados. Por el contrario, la predicación sigue siendo el medio principal por el cual, en la iglesia, Cristo es revelado a su pueblo. En un libro recién publicado sobre la santidad, J. I. Packer escribió: "Para los Puritanos, el sermón era el clímax litúrgico de la adoración pública. Nada, decían ellos, glorifica tanto a Dios como la fiel declaración y el obediente escuchar de esta verdad. Bajo cualquier circunstancia, la predicación es un acto de adoración y deberá llevarse a cabo como tal. Además, la predicación es el principal medio de gracia para la iglesia." Jamás debemos subestimar el poder, propósito y lugar que la predicación expositiva debiera ocupar en nuestros servicios de adoración. Un conocido predicador liberal, quien negó gran parte de la fe cristiana, dijo en una ocasión: "La gente que está fuera de las iglesias son los últimos consumidores. Tal vez no nos guste, pero para cada sermón que predicamos, ellos se están preguntando: "¿Me interesa ese tema, o no? Si no les interesa, no importa cuan efectiva sea nuestra oratoria, sus mentes huirán." El apóstol Pablo nos da este aviso: "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, acumularán para sí maestros conforme a sus propias concupiscencias" (II Tim. 4:3). Son muchos los pastores que, hoy día, han comprometido la integridad de su llamado y posición. Con el fin de satisfacer sus deseos de grandes números y éxito, han diluido su mensaje y abandonado su encargo bíblico de predicar a Cristo crucificado. Warren Wiersbe, citando a George McDonald, dijo: "En todo aquello que el hombre haga sin Dios... deberá fracasar miserablemente --o triunfar miserablemente. La iglesia de hoy ya sufre por causa de sus éxitos, y ya es tiempo para que volvamos a la adoración." La adoración jamás deberá verse como algo aparte de la fiel declaración de todo el consejo de la Palabra de Dios. Hasta aquí hemos considerado los ingredientes principales de la verdadera adoración bíblica. En resumen, éstos son: 1.
La Adoración es Dios-céntrica El Alejamiento de la Adoración en el Salón del Trono Hemos considerado los ingredientes principales de la adoración en el salón del trono. Ahora deseo sugerir un número de tendencias que indican cuán seria ha llegado a ser nuestro alejamiento de la adoración bíblica. 1. Estamos observando una creciente tendencia en la que se descartan veinte siglos de historia eclesiástica para, en su lugar, experimentar con nuevos métodos, procedimientos e innovaciones sin fundamento bíblico con el fin de edificar nuestras iglesias y hacer la obra de Dios. 2. Nos estamos alejando, como ya señalé, de la predicación expositiva como parte esencial de nuestra adoración bíblica. Juan Piper, pastor en la ciudad de Minneápolis, Minnesota, dijo: "No es función del predicador cristiano dar charlas moralistas y de estímulo sicológico a la gente para capacitarles para vivir en este mundo; hay otros que lo pueden hacer. La mayoría de la gente no tiene quien les hable semana tras semana de la hermosura suprema y majestad de Dios. Muchísimos de ellos están trágicamente hambrientos de una visión centrada en Dios." 3. Estamos creando servicios de adoración que no son Cristo-céntricos en su predicación ni en su enfoque. Esta es una de las grandes tragedias de nuestros tiempos. En servicio tras servicio, la gente cristiana se congrega y en muchas ocasiones apenas oyen la mención del nombre de Jesucristo. Muchos pastores y predicadores han olvidado que su llamado es el llevar a sus congregaciones a mayores alturas en su amor y devoción a Cristo. Estamos levantando una generación de creyentes que aumentan en su religiosidad sin llegar a ser más como Cristo. 4. Vemos hoy día como las iglesias descartan los grandes himnos de la fe, sustituyéndolos con coritos y canciones que muy a menudo son muy superficiales, triviales y subjetivos en extremo. Aquellos que usan coritos en su adoración deberán ser sabiamente selectivos y muy cuidadosos a fin de no descartar el rico legado del cántico de himnos bíblicos. 5. Estamos viendo, tanto en líderes así como en laicos en la iglesia, un creciente fracaso de comprender el propósito de la iglesia. Nunca fue el propósito de la iglesia el llegar a ser un gigantesco club social que funcione como un comercio, ni jamás fue autorizada para llegar a ser un club nocturno "cristiano", o centro de entretenimiento. Por el contrario, la iglesia habría de ser un lugar de adoración, un lugar donde verdaderos creyentes y seguidores de Cristo son discipulados, instruidos, edificados, animados y consolados en la fe. Me contaron que en una ocasión A. W. Tozer dijo que "el servicio para el cual más dificultosamente se logra la asistencia de la gente es aquel donde Dios (y/o Cristo) es el único atractivo." En este punto, yo quiero preguntarle personalmente, "¿cuán fiel sería usted al servicio de adoración en su iglesia si Cristo fuese el único atractivo?" 6. Continuamos observando cómo se distorsiona y se diluye el evangelio y como en algunos lugares el evangelio es sustituido totalmente por evangelios falsos. ¿Dónde, nos preguntamos, está el énfasis en la proclamación de la libre gracia de Dios en la justificación de los pecadores? Martín Lutero, el reformador alemán, una vez dijo: "La prueba que determina si una iglesia está en pie o cae es la justificación por la fe solamente." Y trágicamente, son muchas las iglesias que ya no enfatizan esta gran doctrina que está en el mismo corazón del evangelio. Son muchos los evangélicos que asumen incorrectamente que la salvación se obtiene solo por orar, "Jesús, entra en mi corazón". Aun en tal momento, la mayoría de éstos no tiene la más mínima idea de cómo es que somos perdonados, justificados y declarados justos ante los ojos de Dios. Más preocupante aun es el hecho de que nuestra cultura cristiana contemporánea esté tan tristemente confusa e ignore totalmente la manera en que Dios, en sus propósitos soberanos, nos trae el evangelio. Las grandes doctrinas del evangelio como la presciencia, elección, predestinación, justificación y la regeneración son ignoradas o totalmente olvidadas. 7. Observamos como la influencia de la doctrina y experiencia carismática inunda nuestras iglesias y servicios de adoración. En algunos casos ocurre un énfasis excesivo en la demonología y muy extremo en la adoración subjetiva, humano-céntrica y orientada hacia el entretenimiento que tanto apela a la carne y al mundo no regenerado que nos rodea. Asimismo existe un énfasis no bíblico y poco saludable en la sanidad apostólica, que deja tras sí a mucha gente engañada o tristemente desilusionada y desesperanzada cuando ellos o sus amados no quedan sanados luego de la oración de fe o después de haber asistido a un servicio de sanidad divina. 8. Vemos servicios de adoración que ya no producen reverencia, temor, admiración ni actitud de carácter maravilloso. En muchas de nuestras iglesias ya no se llama al arrepentimiento, santidad de vida, llevar la cruz, negarse a sí mismo ni a la sumisión a Cristo como Señor. Muchos pastores temen ofender a sus congregaciones, y como resultado, predican para complacer a sus oyentes en vez de a Dios. 9. Estamos inundados de un nuevo estilo de evangelismo que está llenando nuestras iglesias con gente que nunca ha nacido de nuevo. Muchos pastores han concluido equivocadamente que una profesión de fe --un mero asentir intelectual al evangelio-- equivale al nuevo nacimiento. Una obra sobrenatural de la gracia soberana que transforma vidas brilla por su ausencia en la mayoría de nuestros servicios. Esto explica por qué, no obstante el enorme tamaño de algunas iglesias, la verdadera vida espiritual y el fuego del avivamiento está ausente en muchas de ellas. 10. Existe una verdadera falta de fe de que el evangelio tenga el poder para traer hombres a Cristo. Se cree, actualmente, que el evangelio es inadecuado e insuficiente en sí mismo para poder atraer hombres a Cristo. Necesitamos obras, dramas, entretenimiento, bailes y música contemporánea para poder apelar al la cultura de nuestros tiempos. Muchas iglesias parecen ignorar las palabras del apóstol Pablo, quien dijo: "Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo, pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego" (Rom. 1:16). Estas son algunas de las muchas tendencias que he observado en el desarrollo y la dirección que sigue una gran parte de nuestra comunidad evangélica. Las pérdidas que hemos experimentado en los últimos años han sido cuantiosas. El daño infligido al cuerpo de Cristo ha sido asombroso. Urge una nueva Reforma y un avivamiento poderoso que haga que la iglesia vuelva a Cristo y a la Palabra de Dios. Los
Pasos a Dar Para Recobrar la Ya hemos considerado lo que está envuelto en la verdadera adoración. También hemos considerado las tendencias y las modas actuales que revelan los errores serios y el abandono de la adoración en el salón del trono. ¿Qué podemos hacer nosotros, sin embargo, para recobrar la adoración bíblica en nuestros días? 1. Debemos cerciorarnos de que nuestra opinión de Dios (entendimiento, pensamientos, ideas, etcétera) sea bíblicamente precisa. Mucha gente está adorando a un dios que es una gran distorsión del Dios de la Biblia. Es muy posible que muchos evangélicos sean culpables de una forma de idolatría al adorar a un dios humanista hecho por el hombre. Algunos predicadores y teólogos son tan culpables como Aarón, quien fabricó el becerro de oro para que Israel lo adorase. Aarón dijo: "Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto" (Exodo 32:4). Nos enfrentamos a la realidad de una generación que ha sido criada en la iglesia, pero que no conoce al Dios quien es Señor de la iglesia. Tal ignorancia vergonzosa ha de ser atribuida a nuestra predicación y servicios de adoración tan superficial y artificiales. Los pastores son culpables por haberse acomodado al espíritu del día, que no tolera nada que sea reverente, profundo y escrutador. Y la gente en los escaños son igualmente responsables por aceptar sin protesta tan pobres sustitutos para la verdadera adoración. 2. Debemos asegurarnos de que Jesucristo, el Cordero de gloria, sea el foco central de nuestra adoración. Todo nuestro enfoque tiene que estar en él. Tenemos que mantener la actitud santa de Juan el Bautista, quien dijo: "Es necesario que él crezca y que yo mengüe" (Juan 3:30). Además, debemos tener el espíritu de Pablo, de tal manera que "en todas las cosas, él (Jesús) tenga la preeminencia". Tal como Abraham e Isaac miraron y vieron el carnero en los arbustos, también hemos de estar siempre mirando a Cristo y su obra consumada como el objeto de nuestra adoración. 3. Tenemos que comenzar a prepararnos para adorar. Esto significa que hemos de humillarnos ante Dios y acercarnos a él. Santiago nos da instrucciones muy claras en su epístola en el capítulo cuatro: "¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho habitar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por lo cual dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Que vuestra risa se convierta en llanto, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor y él os exaltará" (Santiago 4:1-10). La preparación para la adoración también significa que comenzamos a orar y buscar la faz de Dios con el fin de que a él le plazca concedernos un verdadero sentido de su presencia. Si no experimentamos un sentido de la presencia manifiesta de Dios al reunirnos en la iglesia, podría ser que el problema causante esté en nosotros mismos. ¿Hemos venido para adorar a Dios? ¿Hemos venido esperando, por medio de la fe, encontrarnos con Dios? ¿Hemos tomado los pasos para prepararnos correctamente para la adoración? Y, ¿tenemos un entendimiento correcto de lo que es la presencia de Dios? Nuestros servicios de adoración superficiales, emocionales y humano-céntricos han dejado tras sí una generación de gente engañada. Mucha gente cree equivocadamente que el ruido, los números, la conmoción, el emocionalismo y el presente estilo llamativo de la adoración son señales de la presencia palpable de Dios. Los que están acostumbrados a tales clases de servicios no reconocerían la verdadera presencia de Dios, de ocurrir ante sus ojos, porque no han sido programados para pensar bíblicamente acerca de la adoración. Habiendo sufrido a través de servicios como éstos, he llegado a pensar que si fuesen desvestidos de estos elementos superficial y emocionales, habría poco o nada que pudiese caracterizar la presencia palpable de Dios. 4. Es necesario disciplinarnos para que recordemos que el servicio de adoración tiene el propósito específico de dar gloria a Dios. En la mayoría de nuestras iglesias, tenemos la noción equivocada de que venimos a la iglesia para recibir una bendición, para ser entretenidos o para que se satisfagan nuestras necesidades. Es cierto que la adoración debería ser de gran bendición al pueblo de Dios; sin embargo, cualesquiera alegrías y bendiciones recibimos de la adoración deberán ser secundarios a la gran prioridad de alabar y glorificar a Dios. Juan MacArthur identificó con precisión el propósito principal de la adoración cuando escribió: "¿Por qué va usted a la iglesia? Cuando usted se congrega con los santos, ¿de veras que lo hace para adorar? ¿O va usted a la iglesia para sacarle algún provecho? Cuando se va de la iglesia, ¿ha escrutado al solista, analizado al coro o criticado el mensaje? "Durante mucho tiempo hemos sido acondicionados para pensar que la iglesia está ahí para entretenernos. Pero no es así. Soren Kierkegaard dijo: "La gente tiene la idea de que el predicador es un actor en el escenario del teatro, y ellos los críticos que le culpan o ñe añaban. Lo queno saben es que ellos son los actores en el escenario, él es meramente el director fuera de escena que les recuerda su diálogo olvidado." ¡Dios es el público! "No es inusual escuchar a alguien decir: "No recibí nada en la iglesia." A ésto yo respondo, ¿qué le dio usted a Dios? ¿Cómo preparó usted su corazón para dar? Si usted asiste a la iglesia buscando egoístamente una bendición, no ha comprendido el verdadero sentido de la adoración. Vamos para glorificar, no para buscar bendición. Comprender ésto afectará su análisis de la experiencia en la iglesia. El asunto no es, ¿qué recibí por haber estado en la iglesia? sino, ¿glorificó mi corazón a Dios? Ya que la bendición proviene de Dios como respuesta a la adoración, si usted no ha sido bendecido, no será, generalmente hablando, a causa de la pobre música y predicación (aunque a veces éstas pueden ser obstáculos invencibles), sino de un corazón egoísta que no glorifica a Dios. Una vez aprendamos que la adoración ha de tener su enfoque primordial en Dios Padre y su Hijo Jesucristo, tendremos una actitud totalmente distinta acerca de nuestra asistencia a la iglesia y la adoración. 5. También debemos reconsiderar el significado del éxito. Muchos pastores se sienten desanimados si no están predicándole a grandes audiencias y auditorios llenos. Para estos pastores, el éxito no es medido por la obediencia, fidelidad y calidad sino por meros números y la excitación que aparentemente logran producir con sus programas e innovaciones en la adoración. Nunca olvidemos que el éxito es alcanzado sencillamente por hacer la voluntad de Dios. Si estamos haciendo la voluntad de Dios, no debemos estar bajo la esclavitud del juego de los números que a tantas iglesias y pastores tiene cautivos. Felipe Keller toca en el punto sensitivo del evangelismo moderno cuando define lo que esta presente generaciónconsidera ser el éxito: "El mundo occidental está totalmente convencido de que absolutamente no hay sustituto para el éxito. Esta preocupación intensa con el éxito ha impactado cada parte de la sociedad occidental, incluyendo la iglesia. En realidad, éxito es meramente un sinónimo para lo más grande, lo más deslumbrante, y lo mejor, sea cual sea su significado. "Tal éxito no es medido necesariamente en términos de calidad, pureza, honestidad o aún sinceridad. Por el contrario, está asociado muy de cerca con la idea de aquello que sea espectacular, sensacional e impresionante a nuestros sentidos. La teatralidad ha cautivado a los occidentales. Están hipnotizados por todo aquello que gratifica el orgullo o alimenta la vanidad humana. "Esta vana filosofía de la vida es inculcada en nuestros niños desde la más temprana edad. Nuestro sistema educacional entero enseña a la juventud a que aspire a la cima, juegue el todo por el todo, lo haga en grande, gane un millón. Este síndrome del éxito es alimentado aún más por el mundo del espectáculo donde toda suerte de efectos teatrales, camuflajes y la teatralidad descarada son usados para exaltar a las "estrellas" superficiales. Si no tenemos héroes genuinos, procedemos a fabricarlos en las mentes de un público crédulo. "En las profesiones, comercio, educación, deportes y aun en las artes, no se escatiman esfuerzos para exaltar a una persona o empresa de tal modo que aparente ser exitosa. ¡Hasta tenemos un dicho favorito que lo resume: "No hay éxito como el éxito"! "Este concepto ha sido parte de la cultura occidental por tanto tiempo y con tanta persistencia que la gente lo acepta como el camino correcto a seguir. Es considerado como evidencia del éxito el que una iglesia crezca rápidamente en número a pesar de que la gran mayoría de sus miembros no sientan una profunda consagración a Cristo. Se considera como algo exitoso el que un pastor pueda mover a su gente con nada más que su teatralidad. "Vez tras vez en la iglesia contemporánea, descubrimos que la preocupación principal, tanto del pastor así como de los miembros, es el tal llamado programa. La idea básica es proveer algo tan sensacional y atrayente que llame la atención a las multitudes y estimule un sustancial aumento en la asistencia a la iglesia. De lograrse, la vanidad humana será gratificada y nuestro profundo deseo de impresionar a la gente con nuestro éxito habrá sido, en algo, satisfecho." No será sino hasta que la iglesia se libere de la esclavitud de esta filosofía no bíblica que ella podrá recobrar la verdadera adoración en el salón del trono. 6. Para poder recobrar la verdadera adoración bíblica en el salón del trono, será necesario volver una vez más a las grandes doctrinas de la fe cristiana. Es la verdad que a Dios le place bendecir cuando su pueblo se congrega para ser alimentados y nutridos por su Palabra. Alguien objetará, tal vez, que hay mucha gente hoy día que no tolerará y no se someterá a la predicación doctrinalmente fuerte. Es cierto, mucha gente superficial rechazará tal tipo de adoración; sin embargo, las verdaderas ovejas de Dios responderán con afirmación positiva al escuchar la proclamación de la verdad en el Espíritu. La mayoría de la predicación que ocurre en el medio ambiente contemporáneo procura usar la psicología, refranes pegadizos y temas superficiales sobre las relaciones humanas, procurando lograr así relevancia con la cultura contemporánea. Tal relevancia, sin embargo, es lograda únicamente a través de la proclamación de las verdades eternas de Dios al mundo incrédulo. Los púlpitos en nuestra tierra deberán arder una vez más con la clase de predicación que a Dios le plació bendecir en pasadas generaciones. Verdadera adoración en el salón del trono es aumentada y mantenida por medio de la instrucción doctrinal. 7. Finalmente, para recobrar la verdadera adoración bíblica en esta generación, es necesario el arrepentimiento. Tenemos que arrepentirnos por haber venido tantas veces a la iglesia sin estar preparados para adorar, habiendo dado poca o ninguna atención a la búsqueda de la bendición y la faz de Dios. Tenemos que arrepentirnos por haber permitido y aceptado servicios en los que el enfoque central recaía sobre el hombre en lugar de Cristo. Nos debe llenar de tristeza que es según Dios de que en nuestros servicios de adoración no hayamos dado la preeminencia al Señor Jesucristo. Debemos agonizar por haber nosotros desvalorizado tanto la predicación. Este espíritu de arrepentimiento debe hacer que nuestros pensamientos, esperanzas y metas para la adoración en la casa de Dios tomen una nueva dirección. El Espíritu de Dios ha sido entristecido por esta generación mundana y desobediente. ¿Nos sorprende, pues, que el Espíritu de Dios se haya apartado? ¡Y no volverá porque produzcamos programas excitantes! Solo volverá a la iglesia si nos arrepentimos y buscamos de nuevo su faz. Oro a Dios que él levante, hoy día, muchas voces que llamen a su iglesia a regresar a la verdadera adoración en el salón del trono. Sin adoración bíblica, orientada hacia Cristo, no oiremos voz del cielo en nuestro día. Recientemente, en una conferencia de pastores en Wheaton, Illinois, escuché al Dr. R. C. Sproul decir que el mundo occidental no experimentará verdadero avivamiento y reforma a menos que la iglesia vuelva a formas bíblicas de adorar. Concuerdo con su evaluación. Mientras estaba de viaje para asistir a una conferencia misionera en otro estado, yo oraba a Dios pidiéndole que bendijese los servicios en la familia espiritual de mi iglesia. Le pedía que preparara tanto mi corazón así como el de mi gente para que pudiésemos experimentar verdadera adoración. Escribí mi oración en verso poético, y confío que al leer usted dichos versos, haga de los mismos una oración a favor de su propio pastor e iglesia. Oración Para la Adoración 1 Oh
Padre, Espíritu, nuestro Salvador; 2 Quebranta
y fórmanos para_alabar, 3 Que
tus Escrituras fulguren aquí, 4 Redentor
amado amámoste hoy;
Original
en inglés de Robert L. Dickie II, Pastor (c) Copyright Escrito por Roberto L. Dickie
II - 1993
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